Está presente en muchas zonas del mundo, en total más de 110 países cuentan con tierras secas potencialmente amenazadas por la desertificación. Entre los continentes más afectados se encuentran: África, Asia y América Latina. La Asamblea General de Naciones Unidas designó, en 1994, el 17 de Junio como "Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía". Este día marca el aniversario de la adopción de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación. Es un fenómeno global relacionado con la degradación de tierras productivas en zonas secas, principalmente a causa de una mala o excesiva utilización de ellas por parte de los seres humanos, lo que combinado con los fenómenos climáticos naturales, puede provocar daños a la naturaleza al punto que ésta se torna incapaz de sostener la vida o de regenerarse. Aunque se produce principalmente en zonas áridas o semiáridas, hoy en día, debido a la fuerte intervención del hombre, se está manifestando en distintas zonas climáticas, incluyendo las áreas boscosas húmedas y sub-húmedas que no tienen nada en común con las zonas desérticas. La desertificación es un proceso de degradación del suelo, por efecto directo de la acción humana. Entre las principales causas que la originan se encuentran: los cambios en el clima, la sobre explotación de los recursos hídricos, la agricultura intensiva, la tala indiscriminada de bosques, el sobre pastoreo, los incendios, la ocupación del suelo para construcciones urbanísticas y la erosión, entre otras. Debido a la pérdida de vegetación, provoca que algunas zonas sean más propensas a las inundaciones. También causa un aumento del nivel de salinidad del suelo, produciendo el deterioro de la calidad del agua e incrementando la carga de sedimentos en ríos, arroyos y presas. Esta presente en muchas zonas del mundo, en total más de 110 países cuentan con tierras secas potencialmente amenazadas por la desertificación. Entre los continentes más afectados se encuentran: África, Asia y América Latina. Venezuela, cuenta con una superficie significativa de tierras áridas, semiáridas y subhúmedas secas, abarcando aproximadamente el 45% del territorio, las cuales son altamente susceptibles al proceso de desertificación. Las zonas más afectadas incluyen a los estados Lara, Falcón, Zulia y Sucre. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente estima que el 30% de la superficie cultivable del planeta está sufriendo desertificación entre ligera y severa, con otro 6% que sufre "desertificación extremadamente severa" y son ya tierras irrecuperables. (UNEP, Nairobi 1984). Asimismo, según las Naciones Unidas, unos 900 millones de personas están en peligro a causa de dicho proceso. La desertificación no es un problema aislado, sino que está plenamente relacionado con los cambios climáticos, la conservación de la biodiversidad y la necesidad del manejo sustentable de los recursos naturales. Los vínculos entre estos aspectos y los factores socioeconómicos son cruciales, pues la problemática de la desertificación es un síntoma de ruptura del equilibrio entre el sistema de recursos naturales y el sistema socio-económico que los explota. Finalmente, se hace indispensable crear y desarrollar un plan de acción que se fundamente en aquellas actividades relacionadas con el conjunto de factores sociales, económicos y políticos involucrados, en una buena utilización de las tierras que incluya la conservación de los recursos vivos y la preservación del recurso agua; ya que en la actualidad el problema de la desertificación y la pérdida del suelo por erosión aparece siempre entre las cinco o seis grandes amenazas ambientales (junto a la deforestación de la selva tropical, el cambio climático, los pesticidas y venenos químicos, la pérdida de biodiversidad, la contaminación del agua y del aire), trayendo consigo un efecto global y enormes consecuencias que van generando además de otros conflictos, el aumento del hambre y de la pobreza en algunas zonas del planeta.
miércoles, 17 de junio de 2009
jueves, 11 de junio de 2009
Situación que pre-ocupa, pero nadie se ocupa...
"¿Qué le pasa a una sociedad y un Estado que naturaliza como parte de su paisaje cotidiano que miles de chicos, adultos e incluso ancianos vivan y mueran en las calles de Argentina?"
Pobreza, indigencia, alimentación y salud.
Los indicadores sociales son más que evidentes al mostrar cómo la persistente situación de pobreza que sufre buena parte de la población del país afecta primordialmente a niños y jóvenes condicionando su desarrollo individual y hasta el desafío de construir efectivamente una sociedad más democrática e igualitaria.
En Argentina viven 13 millones de chicos menores de 18 años. De ellos, el 56,4%, o sea casi 7 millones y medio de niños son pobres y esto equivale a dos veces y media la población de toda la Ciudad de Buenos Aires. Del total de niños, el 23, 6% (3.065.000) ya casi no tienen posibilidades de comer puesto que son indigentes. Así, los más de 3 millones de niños y niñas indigentes equivalen a toda la población de las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Misiones.
La pobreza, la falta de alimento y condiciones de vida saludables adquiere mayor significación cuando relacionamos el padecimiento de daños irreparables y/o la muerte con la situación de pobreza de los niños y niñas de nuestro país. El 50% de las muertes de niños y niñas de menores a un año son posibles de evitarse mediante diagnósticos y/o tratamientos oportunos durante el embarazo, el parto y en el recién nacido. Si bien la tasa de mortalidad infantil se redujo de 16,8 por mil en 2002 a 12,9 por mil en 2009, la mayoría de estas muertes son evitables si se combaten las principales causas -enfermedades respiratorias y el bajo peso-, que están íntimamente vinculadas con condiciones socioeconómicas y con déficit en la salud de la madre y del niño.
Asimismo, decenas de niños –menores de 5 años- se mueren por día o son afectados para siempre física, intelectual y emocionalmente por falta de alimentación, cuidados sanitarios y atención. Esta situación se hace más preocupante frente a la disparidad regional existente respecto del derecho a la vida: el riesgo de muerte para un niño en el primer año de vida es tres veces mayor en algunas provincias del NEA y NOA que en la Ciudad de Buenos Aires.
Por otra parte, las deficiencias en la alimentación de las madres y de los niños repercuten en la nutrición de estos. La anemia afecta a 1 de cada dos chicos pequeños vulnerando su salud y su capacidad de aprendizaje. La desnutrición por falta de alimentos como también la obesidad por dietas con exceso de carbohidratos afecta mayormente a los niños de la región NEA y NOA y del Área Metropolitana que a los chicos de la región Centro y Patagónica.
Los chicos y el trabajo infantil.
El trabajo infantil atenta especialmente contra los derechos a la educación -ya que produce bajo rendimiento educativo, repitencia y deserción escolar; contra el derecho a la salud -ya que ocasiona lesiones en la piel, en el sistema respiratorio y en el sistema óseo con efectos en el corto y mediano plazo y provoca enfermedades crónicas; y contra el derecho al juego y la recreación. Los niños que trabajan generalmente no reciben una adecuada instrucción, por lo tanto, cuando llega a la edad adulta carecen de la preparación necesaria para acceder a aquellas ocupaciones calificadas que les permitirán modificar la situación de precariedad. De este modo, el trabajo infantil reproduce el círculo de la pobreza.
Pese a que no existen datos exactos sobre la cantidad de niños y niñas menores de 15 años se ven obligados a trabajar, según algunas estimaciones realizadas por distintas organizaciones estatales y de la sociedad civil, existirían en Argentina más de dos millones de chicos que trabajan en ámbitos urbanos y rurales.
Los niños en situación de calle.
Sólo en la Ciudad de Buenos Aires hay alrededor de 4 mil chicos en situación de calle y cerca del 90 % de ellos viene del conurbano bonaerense. Panoramas similares podemos encontrar en las demás ciudades el resto del país. Los niños en situación de calle son un reflejo de la realidad económica, política y social: seis de cada diez chicos de la calle provienen de hogares pobres.
Los niños que se encuentran en situación de calle ven vulnerados los derechos básicos contemplados en la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, a la vez que se encuentran expuestos a la violencia de sus pares, de adultos y de todo el sistema que los discrimina por ser pobres y estar en la calle. Asimismo, son vistos por la sociedad como “potenciales delincuentes”, y muchos de ellos terminan institucionalizados por un Estado.
Pobreza, indigencia, alimentación y salud.
Los indicadores sociales son más que evidentes al mostrar cómo la persistente situación de pobreza que sufre buena parte de la población del país afecta primordialmente a niños y jóvenes condicionando su desarrollo individual y hasta el desafío de construir efectivamente una sociedad más democrática e igualitaria.
En Argentina viven 13 millones de chicos menores de 18 años. De ellos, el 56,4%, o sea casi 7 millones y medio de niños son pobres y esto equivale a dos veces y media la población de toda la Ciudad de Buenos Aires. Del total de niños, el 23, 6% (3.065.000) ya casi no tienen posibilidades de comer puesto que son indigentes. Así, los más de 3 millones de niños y niñas indigentes equivalen a toda la población de las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Misiones.
La pobreza, la falta de alimento y condiciones de vida saludables adquiere mayor significación cuando relacionamos el padecimiento de daños irreparables y/o la muerte con la situación de pobreza de los niños y niñas de nuestro país. El 50% de las muertes de niños y niñas de menores a un año son posibles de evitarse mediante diagnósticos y/o tratamientos oportunos durante el embarazo, el parto y en el recién nacido. Si bien la tasa de mortalidad infantil se redujo de 16,8 por mil en 2002 a 12,9 por mil en 2009, la mayoría de estas muertes son evitables si se combaten las principales causas -enfermedades respiratorias y el bajo peso-, que están íntimamente vinculadas con condiciones socioeconómicas y con déficit en la salud de la madre y del niño.
Asimismo, decenas de niños –menores de 5 años- se mueren por día o son afectados para siempre física, intelectual y emocionalmente por falta de alimentación, cuidados sanitarios y atención. Esta situación se hace más preocupante frente a la disparidad regional existente respecto del derecho a la vida: el riesgo de muerte para un niño en el primer año de vida es tres veces mayor en algunas provincias del NEA y NOA que en la Ciudad de Buenos Aires.
Por otra parte, las deficiencias en la alimentación de las madres y de los niños repercuten en la nutrición de estos. La anemia afecta a 1 de cada dos chicos pequeños vulnerando su salud y su capacidad de aprendizaje. La desnutrición por falta de alimentos como también la obesidad por dietas con exceso de carbohidratos afecta mayormente a los niños de la región NEA y NOA y del Área Metropolitana que a los chicos de la región Centro y Patagónica.
Los chicos y el trabajo infantil.
El trabajo infantil atenta especialmente contra los derechos a la educación -ya que produce bajo rendimiento educativo, repitencia y deserción escolar; contra el derecho a la salud -ya que ocasiona lesiones en la piel, en el sistema respiratorio y en el sistema óseo con efectos en el corto y mediano plazo y provoca enfermedades crónicas; y contra el derecho al juego y la recreación. Los niños que trabajan generalmente no reciben una adecuada instrucción, por lo tanto, cuando llega a la edad adulta carecen de la preparación necesaria para acceder a aquellas ocupaciones calificadas que les permitirán modificar la situación de precariedad. De este modo, el trabajo infantil reproduce el círculo de la pobreza.
Pese a que no existen datos exactos sobre la cantidad de niños y niñas menores de 15 años se ven obligados a trabajar, según algunas estimaciones realizadas por distintas organizaciones estatales y de la sociedad civil, existirían en Argentina más de dos millones de chicos que trabajan en ámbitos urbanos y rurales.
Los niños en situación de calle.
Sólo en la Ciudad de Buenos Aires hay alrededor de 4 mil chicos en situación de calle y cerca del 90 % de ellos viene del conurbano bonaerense. Panoramas similares podemos encontrar en las demás ciudades el resto del país. Los niños en situación de calle son un reflejo de la realidad económica, política y social: seis de cada diez chicos de la calle provienen de hogares pobres.
Los niños que se encuentran en situación de calle ven vulnerados los derechos básicos contemplados en la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, a la vez que se encuentran expuestos a la violencia de sus pares, de adultos y de todo el sistema que los discrimina por ser pobres y estar en la calle. Asimismo, son vistos por la sociedad como “potenciales delincuentes”, y muchos de ellos terminan institucionalizados por un Estado.
FUENTE: http://www.periodismosocial.org.ar/quienes.cfm?hd=2
Suscribirse a:
Entradas (Atom)