Emerge de la sociedad una increíble cantidad de emociones y deseos, los cuales, en su mayoría, tienen más que ver con la satisfacción individual, y no tienen en cuenta si dañan o perjudican de alguna manera a un tercero.
El derecho a crecer, progresar, desear… es algo que todos perseguimos, pero los caminos son los cuestionables en muchos casos.
Cuando alguien piensa las estrategias para alcanzar las metas que se propone, muy raramente, se toma un segundo de reflexión, sobre, como afectaran estas determinaciones a otros. En muchos casos el sistema en que nos manejamos, nos permite solo ver hacia un solo lugar, el beneficio personal.
Sentirse con derechos para desear algo o tratar de tener emociones diariamente, son solo situaciones muy simples de imaginar. Pero el problema se presenta al momento de convertirlas en realidades.
La idea se podría graficar claramente si pensamos en la comunidades aborígenes, toda su historia han luchado por el derecho y el libre acceso a la tierra (sus tierras), por el otro lado, sabemos todos, que hoy en día, si un grupo inversionista se presenta con una “no muy grande cantidad de dólares”, se les entregan desde montañas hasta lagos y costas.
Se ve muy claro aquí, como la igualdad de derechos no existe. Igualdad, nada tiene que ver con que todos tengamos lo mismo, pero si las mismas oportunidades.
El que los pueblos originarios, hoy deseen tener tierras para desarrollarse en todos los aspectos de la vida, queda casi resumido a la nada. La posibilidad que algún día puedan emocionarse al ver su vida ligada a la tierra, no existe…
Mientras en el mundo no existan mínimas igualdades, los deseos, las emociones, los sueños reales… seguirán siendo, solo para unos pocos.
Fernando Sosti
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